(sábado 3 de diciembre) -18 días
hasta el solsticio
¡Día de hacer
hallacas! Plato navideño exquisito que requiere de una larga y laboriosa
preparación. El conjunto de procedimientos es un saber que se adquiere por
experiencia directa y se traspasa en la familia. Una herencia familiar compleja
que busca balancear todos los sabores: salado, dulce, ácido y picantico, cada
uno en su punto justo y gustoso. Ocasión de encuentro y
rememoraciones. Ritual complejo que empieza con la preparación el guiso, el día
anterior. Tarea central que correspondía a la abuela, luego a la tía
Carmencita, ahora a mi hermana. El día siguiente, es decir hoy, el ritual exige
probar el guiso, buscando el equilibrio de sabores. Está perfecto. Luego
preparar el onoto desleído en grasa de tocino que servirá para dar color
azafranado y un particular sabor a la masa, a la que agregamos caldo de gallina
y pimentón rojo para más sabor y una tonalidad más rosada.
Denisse: Qué
belleza. Mi mamá viene la semana que viene y es de las cosas que quiero hagamos
juntas. Ella tiene su propia receta porque la de mi abuela la modificó en
ingredientes y le agregó su propio toque. Herencia de la que nos apropiamos,
integramos de acuerdo a quienes somos. Mi madre siempre ha sido valiente…
¿puedo yo integrar esa fuerza si a veces creo que no la tengo?
¿Qué es redondo,
pesado y con mucha experiencia para alimentarnos cada día?
Cristina: Cosas
pesadas que no se pueden llevar y otras cosas pesadas que no se dejan atrás tan
fácilmente.
Ada: Un
entrañable budare, curado a base del fuego por años de uso, y mientras más años
mejor, nadie sabe a ciencia cierta de dónde salió, pero está en casa desde
siempre. Toda esa vida útil del objeto se va reflejando en el sabor del
producto final. Como la sabiduría materna, que pasa de generación en
generación, nutriendo, calentado, reconfortando, haciéndonos ser quienes somos.
Yo amo mi budare de barro, curado por mi abuela Juanita, allá por los años 40,
por allá por Camatagua...
Dili Vida Salud: Mi
budare tiene su propia historia. Yo salí de mi querida Venezuela hace 5 años,
por estar lejos de casa no tenía budare, a mi casa lo trajo mi rey verde de ese
momento. Lo curó él mismo, por herencia materna amaba las arepas y no podía
vivir sin ellas, según yo en ese momento vivía relax sin budare (creo que en
esa época no le daba importancia y así como era la relación con mi madre era
mismo con mi budare, sin buscar solución aceptaba que no estaba y ya). Pasaron
los años y el rey verde salió a dar su propio viaje y de tantas cosas bellas
que dejo quedo el budare, CURAITO LISTO PARA EL USO, desde esa época no suelto
ese budare, y lo cuido como a mis proyectos y vida, allí las arepas son otraaaa
cosaaaa, la herencia y partida del rey verde encendió mi amor por el budare, y
mi comienzo literal de la sanación con mi madre. Hace poco estuve con mi mamá
después de 5 años sin verla, estuvimos juntas un mes y medio, fueron y siguen
siendo días luz en este nuevo ciclo de la relación (que nunca había podido ser
así, estos días para mi eran días especiales para poner en acción lo aprendido)
todo salió muy bien. Ella vio mi budare y me dijo: - ay hija, quieres que le
quite la costrica negra a ese budare, eso hace daño, se te pega en el estómago
y te puedes enfermar. Le respondí: - Nooo mamá, ese budare está perfecto así
como está, más bien hay que seguirlo curando para que no se le salgan las
costricas... Con esta carta armo mi propio rompecabezas y entiendo mucho más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario