En el Japón de la era Heian (hacia el año mil) hay un ejemplo conmovedor de diario íntimo que va más allá de la esfera personal: Makura no Sōshi, llamado “Libro de la almohada” (o libro de cabecera), de la dama Sei Shōnagon. Mi ejemplar está en italiano, comprado en Milán hace muchísimos años, antes de saber que Peter Greenaway había hecho una película inspirada en este magnífico libro. Esta dama de la corte relata con sencillez y sensibilidad exquisita la belleza de las estaciones, pequeñas instantáneas de la vida en la corte, sus impresiones sobre las personas, sus preferencias.
Se la cita poco
como precursora del género diarístico, quizás porque en verdad su escritura es difícil
de clasificar; hay quien la menciona como precursora del ensayo. Me interesan
especialmente esos ejemplos de diarios fronterizos, donde la esfera íntima de
quien escribe está poblada de o sirve de excusa para otro proyecto, algo más
interesante que su intimidad personal.
Euro: He
estado interesado en la relación que han tenido algunos artistas con la
psicología y psicología profunda. Anne Truitt es una escultora maravillosa que
también realizó estudios de psicología. Tuvo dos hijas, un matrimonio, y
algunas desilusiones en el amor. Todo está bellamente escrito en sus diarios
(Daybook turn prospect). También gira su mirada a ese diálogo de
ser mamá y artista.
Los diarios
personales como género literario, aparentemente con un doble estatus según la
crítica, su dimensión ficcional requiere de componentes narrativos. Una de las
cuestiones más recurrentes de los estudios del diarismo: cómo se construye la
intimidad en el texto diarístico. Un tema al que quiero volver, pero hoy el
cuerpo me abruma. He logrado llegar a clases y sobrevivirlas, tras un ensayo de
parrandas navideñas en el cual descubro que no me queda voz. He tenido que atravesar
un tráfico infernal, llegando a casa justo a tiempo para evitar un aguacero
magnífico y cenar algo de sopa. No me quedan muchas energías para más. Me preocupa
el asunto del elusivo hogar, busco un nuevo refugio. Encontrar algo que cumpla
con mi necesidad de silencio y quietud parece casi imposible en esta ciudad.
La humildad es
algo que la Baba Yaga puede enseñar siempre que nos dejemos. Según envejecemos
nos convertimos en viejas sabias (poco a poco y a los trancazos), pero la Baba
Yaga tiene cualidades particulares. No necesariamente es una abuela amable:
puede ser una vieja cascarrabias e incluso una persona detestable, pero que por
la relación en la que nos encontramos con ella nos obliga a aprender cosas que
de otra manera no aprenderíamos. Repito la humildad, por eso al encontrarnos
con una BabaYaga valiosa hay que saber cuidarla y quedarse
ahí para aprender; tragarnos el orgullo y las ganas de salir
corriendo y aprender de ese aguante. Hay jefas odiosas que hacen excelentes
BabaYagas. De hecho, diría que si te peleas sola con una jefa, allí hay
posiblemente una estupenda BabaYaga para ti. Yo he tenido varias. Podría preguntarme
qué me está babayagando en estos tiempos, pero desde hace algunos años mi
reflexión ha girado más bien en torno a descubrir cómo se me revela el hacer de
BabaYaga a la Vasilissa de turno. Si soy demasiado amable, el trato no
funciona.
Rosa: Las BabaYagas
nos confrontan, nos descolocan para que aprendamos ciertas cosas difíciles de
aprender de otro modo, como dices. Creo que también nos enseñan a tener
paciencia con nosotras mismas, ¿no?
Sí, y es algo muy
difícil de aprender. Especialmente si nos enfocamos en pelear con ellas,
perdiendo energía y foco. Pero para ciertas iluminaciones ellas
son nuestra mejor oportunidad. Lo sé muy bien.
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