Estos días
termino tan cansada que no veo manera de escribir. Publico sólo porque me lo he
propuesto, para que quede constancia, para obligar al cuerpo al suplicio de
estar media hora más clavado en la silla, frente al brillo mortecino de la
máquina de hilar. Lo que pueda escribir no agrega nada, sólo es una disciplina,
un cilicio. Intento construir una rutina que sea un arca de salvación. Me adentro
en el desierto y los cuarenta días van cayendo, arena en la clepsidra.
Hoy no llovió
como esperaba; ha sido un día de burocracia académica, confío en poder reponerme
el fin de semana. Lo mejor del día fue la demostración de sumo. Por la noche,
llovizna.
Extraño el
embeleso de amor entre la madre y su criatura recién nacida. Lo invoco.
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