martes, 18 de diciembre de 2012

5. Ondas concéntricas congeladas

Formas del agua: hoy, Témpano/Pedernal en las 96cartas
‎"El mensaje del agua es mirar hacia dentro" Masaru Emoto


"La vida consiste básicamente en que vas por la calle, te comes una seta y creces hasta que tropiezas con una tortuga" (Mario, fontanero).

Sereno de ser, ese don eres.

You once told me, our fingerprints don’t fade from the lives we touch. Is that true for everybody, or is it just poetic bullshit?

I did tell you, though  : It is poetically true, just not for everybody. Remember?


Nuestras huellas digitales son or(t)ografías que reciben a brazos abiertos las vidas que las tocan/acarician. Cómo podría ser de otra manera. Estrechamente trenzadas, carambolas, afectándose mutuamente las trayectorias por ley de gravitación universal, procediendo en espirales florecientes, como en el modelo helicoidal del sistema solar. Exquisitamente elegidas, las trayectorias, con y sin azar: para mejor bailar.
Ah, pero saber bailarla es un arte.


Por la mañana, en el pueblo, se cuentan unos a otros sus sueños. Así se confirman, cada día, lo unidos que son, y la consistencia de una vida y la otra, delicadamente entretejidas.


En el centro del laberinto hay una pequeña estatua de mármol, cuyos poros han sido largamente lavados por la lluvia del tiempo. Es una figura andrógina, con la cabeza ladeada y un flautín cerca de los labios, que se curvan en una sonrisa inefable, de esas que operan raptos instantáneos y te dejan el alma en zozobra.


Corona solar sus rizos todo en derredor del rostro iluminado por la sonrisa.
Su sonrisa invita a participar, o mejor: seduce, dulzura. Una pierna está ligeramente cruzada por delante de la otra, en un gesto que recuerda el bailarín del mundo (Arcano XXI); es decir, el Ahorcado enderezado. Es un bailarín, que cuando descansa hace de su aliento soplo y música.


Desde donde yo miro, todas las aberturas coinciden, y se ve claramente la estatua en el centro, sonriente, con el flautín pegado a la sonrisa.


Más arriba, una reina sentada sobre un ganso salvaje preside sobre una fuente rectangular.
Por debajo de la superficie enriquecida de oscuras algas, se oculta una carpa milenaria.
En contadas ocasiones, cuando hay buena fortuna, asoma su gran boca rompiendo el espejo sombrío: boquea y mira con sabiduría, pero es muda.
El danzarín gira lentamente su cabeza hacia la reina, y sopla.


Ella, más lentamente aún, se da vuelta para mejor escucharlo.
Y luego, a continuación, oh sí, le hablará.



Sólo faltan tres días, pero las reverberaciones y la intensidad seguirán actuando por un buen rato, como ondas concéntricas alrededor de la piedra que cae en el estanque, porque esta es una piedra grande, un punto evento con muchas conexiones: los extremos se tocan, tanto por fuera como por dentro. 
Tiras la piedra en el estanque, y las ondas siguen dibujando anillos por largo rato: círculos árticos en los que se concentran los minerales de otras épocas glaciares. Las órbitas resultan ser las hélices en la danza del sol cruzando el centro exacto de su trayectoria, como un cometa electrón arrastrando sus partículas subatómicas de viaje por la galaxia, caracoleando.

Es necesario acariciarlas, darles calor, respirarlas, dibujarlas e incluso de pronto llorarlas,



Van apareciendo los resultados de los ejercicios espirituales personalizados, reverencias y aplausos. El escritor llegó de vuelta y era un hechicero, por supuesto. Lo felicito: terminó su ejercicio espiritual, a tiempo para sentarse a mirar el cielo. A mí me quedan tres días, han sido muchos días de agua, cuánta agua, demasiada agua. Demasiada memoria acumulada en los témpanos, demasiado cangrejo y luna.

Entrenamiento para no ahogarse con un tsunami o en un vaso de agua.





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