Bailando la Ola Sincrónica: 6. La cocina

Horno. Cocina. Calor de hogar.
Lo que pasa en la cocina, lo que se está cocinando. Los tiempos justos.
La alquimia, el laboratorio, el té que florece. La sopa que restaura.
Lo rico que es estar en la cocina.
Lo que alimenta el alma.
¿Importa más quien cocina, o lo que se come?

El placer de comer algo despacito. Comer en comunión.
El placer del sabor honesto de los alimentos, el respeto a cada ingrediente.
El placer de lo exageradamente bueno, que se sacia con pocas cucharadas.
El placer de la sorpresa de la caja de bombones y de las flores en el té de Ala Moomina.
El placer y la paciencia.

La cocina es un lugar perfecto para practicar el continuo ejercicio espiritual de la atención.
Cómo cortas los ingredientes, afecta su sabor. Qué pones primero y qué pones después, puede cambiarlo todo. ¿Ciernes la harina? Es una de las operaciones más poéticas posibles. Pruébalo. Cómo comes, por supuesto, entra en el ejercicio. Comer en la cocina lo subraya. Cuando comes, ¿es una comunión? Y por qué va a ser malo agregar algo de ceremonia a la vida cotidiana, cada día, como parte de la rutina cotidiana? ¿Y cómo es que la rutina cotidiana no está estructurada sobre un esqueleto espiritual, para empezar? Lo hace todo más sencillo, te lo prometo. Respirar un minuto más al día, cada día, hasta media hora (segundo nivel, si quieres, más adelante). No acostarse hasta haber dibujado/escrito cómo me siento/cómo ha sido el día hoy. Actuar impecablemente (éste es el que más tiempo se lleva, el más difícil) en cada momento.
Y al lavar los platos, ¿estás en una meditación ocupacional? ¿En qué orden lavas, le pones cuidado? ¿Y cómo quedan colocados los platos y las ollas en el secadero? No porque tenga un significado especial, sino por ver si le pones cuidado. Poner cuidado.
Conocer los ingredientes, contar con un buen horno.

Reverencia a la diosa Hestia, dedicada al hogar.
Sencillito y sabroso.