" Todo está por construir. Deberás construir la lengua que habitarás y deberás encontrar los antepasados que te hagan más libre. Deberás edificar la casa donde ya no vivirás sola Y deberás escribir la nueva educación sentimental mediante la que amarás de nuevo. Y todo esto lo harás contra la hostilidad general, porque quienes despiertan son la pesadilla de quienes aún duermen."
(Tiqqun, "La guerra recién ha comenzado", Llamamiento. Folia. Buenos Aires, 2010)
Revisando las doce cartas del ciclo que hoy empieza parece que será un ciclo muy poderoso (mirar el ciclo de hace 5 años). Están muy coherentes entre sí, si las hubiera escogido no hubiera podido hacerlo mejor. Además, el próximo traje está precisamente dedicado a Ariadna, así que empezamos este ciclo de 12 proyectadas hacia el próximo traje, y eso me hace pensar en nuestras percepciones del tiempo.
Todas las historias se van trenzando. Un día despertamos y no hay fronteras entre los personajes, todas las historias son la misma historia y cada diosa soy yo, que eres tú.
Hilse: La iniciadora.
Dime Ariadna ¿De qué color es el hilo con que tejes? ¿Podría yo, con una punta tejerme un vestido?
Dime Ariadna ¿Tu hilo es azul como el mar o rojo como el amor y la venganza?
Tengo tantos laberintos que contarte Ariadna. Y no llevaba espada y tampoco hilo.
Una tarde Ariadna, en el laberinto, me tomé un café con un minotauro, él me habló de amor y de su gusto por comer corazones. Ese minotauro era yo. Lo supe después de besarlo.
"En el laberinto, uno se pierde, se encuentra. En el laberinto, uno no encuentra al Minotauro, se encuentra a sí mismo". Hermann Ken.
Ella (nombre de
la protagonista, tipo Blanca) mira la nieve que se deshiela rápidamente, se diría
que sin pasar por fase líquida pasa a nube directamente, calcula menos de una
hora, se proyecta en el futuro para reconocer la calle seca, polvorienta, en el
ensayo de la resolana blanca, de tan hirviente. Piensa en nieve como en una de
las posibles definiciones del blanco. Se siente aludida, por supuesto. Recita
como si fuera un mantra: albayalde. Blanco. Nevazúcar. Blanca. Behl. Blanco.
Vía Láctea. Blanca. Diana: blanco (no, interrumpe burlona una vocecita de
marisabidilla, que se ve que ha repetido tanto el chiste, el guiño, que en cualquier
momento aparece un glitch: ¡Diana es blanca!, haciendo un guiño al juego de
palabras). Luz sin descomponer. Blanca. Esclerótica. Blanco. Media redonda.
Blanca. Siempre ha sospechado de la prohibición escuchada desde niña, se lo
tomó personal, inevitable con su nombre; para qué la llamaron Blanca, pues, si
no para que se le desarrollara esta actitud rebelde. Desde siempre late (y le
produce sospecha) la prohibición de
tocar la nieve, la amenaza química implícita que esgrimió el Gobierno Amoroso
después de haber negado durante semanas la existencia misma de la nieve que
brillaba con un resplandor fantasmagórico: la culpa es del imperio, como
siempre. Aunque a veces la culpa puede ser de una iguana. Los cuentos no tienen
que ser ciertos, solo tienen que parecer coherentes. Narraciones que nos
distraen por días y días poblando memes infinitos. Nos gusta contarnos
historias, nos calma el hambre. Desde siempre.
Blanca está en
la cola, hay poco que hacer en una cola, especialmente a esa hora, en lo oscuro
todavía, en la franja de tiempo que media entre la evaporación completa de
cualquier rastro de nieve, y los primeros rayos de sol. Cómo será ver la cola
del pan a las 4 de la mañana desde esa camioneta de vidrios oscuros,
seguramente blindada o disfrazada de blindada, como para hacer desistir de
perder unas balas contra una carrocería forrada de esponjitas de acero para
limpiar las ollas. Las camionetas que pasan a esa hora por las calles vacías y
oscuras, deben jugar a contar cuántas colas para comprar el pan se pegan a las
paredes por una, dos, tres cuadras. A esa hora, sólo puede ser alguien que esté
bajando al aeropuerto. Da un golpe leve a la que está delante de ella en la
cola, inmersa en su pantalla. Blanca reconoce la mirada abstraída del adicto
(se reconoce en esa mirada como si fuera un espejo, como los lentes en espejo
que se usan precisamente para ocultar la mirada delatora de quienes no viven
fuera de su pantalla); tiene una sospecha, escanea la piel expuesta buscando un
tatuaje que le afirme lo que está buscando, la prueba de pertenecer a la misma
tribu. ¿Qué día es hoy? Ariadna, murmura primero, pero tan bajo, tan inmersa
todavía en la realidad que la tiene secuestrada, tan incomprensible que Blanca
repite: ¿Qué día es hoy? Primero de Nieves en Chipre, todavía con las lagañas
de los espacios enormes, abiertos, soleados o de calmado atardecer, sin el
miedo, sobre todo eso: sin el miedo constante. Eso que sentía una hora antes,
cuando era venada. No, de la semana. Ah, este… martes, creo; no: miércoles. La mirada
abstraída vuelve a concentrarse en la pantallita. Chutarse en el teléfono
requiere una adicción de clase superior y un enganche total de la atención
imaginativa, pero tenemos compasión por quien solo puede permitirse esa huida. Todo
sucede en un par de segundos, un diálogo automático, trivial. Blanca
contemporáneamente 1) comprueba su sospecha (no hagas a las demás lo que odias
que te hagan a ti, a nadie le gusta que la interrumpan mientras está viviendo su
vida mejor en la libertad que UNDERWORLD regala por pocas rupias, las vale
todas y cada una aunque sea una copia pirata); 2) se siente en familia (el
tatuaje debe estar oculto, bien escondido), y 3) confirma que en efecto la
camioneta baja al aeropuerto porque es el día en que está abierto el nacional,
parece hecho a propósito que los vuelos salgan tan temprano en la mañana,
obligando a los viajeros a atravesar la madrugada con las tres horas de
anticipación requeridas, si no quieren encontrarse con que su reservación fue
sobrevendida a pesar de la confirmación, y perder su vuelo. Buen viaje, podría
murmurar Blanca con un tono que se debate entre quien imparte una bendición propiciatoria
y quien cela en su resentimiento por no haber viajado nunca, con una maldición de
ñapa por que todo, o al menos algo salga mal.
Esa prohibición
religiosa de tocar la nieve, incluso de acercarse a ella, debe haber sido
calculada para evitar que los niños, y los jóvenes, y los adultos también
evitaran las calles durante esas horas, poco saludables para estar en lo oscuro
cuando se va la luz y de todas maneras no queda un bombillo sano. Es una
sospecha, pero tiene lógica. De que vuela, vuela. De todas maneras, parte obligatoria
de la adolescencia es la trasgresión de Pippi, hacer un ángel en lo blanco o,
para las más osadas, juegos sexuales metidas en el algodón de azúcar gélido. Quien
no lo hizo lo inventa para contar las hazañas más cyberpunk posibles. A esa
hora ya no queda ni rastro de la nieve. La nieve no puede ser mala. Lo sabe. Lo
sabe con toda certeza, aunque esté prohibida, aunque sea tabú, aunque sea
ilegal. Superpoderes de Blancanieves: ¡actívense! Es hora de desenredar el hilo
del ovillo y atreverse hasta el centro del laberinto.
Ariadna
también tiene su carta en la manga.
Artemisa, Blanca Nieves, Ariadna cada una con su estilo, cada una en mí, cada una con su esencia
ResponderEliminarAsí mismo, de esa manera y de todas las otras otras, y esperando la llegada de Perséfone que pertenece a todas.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarEn la mano el hilo, en el corazón confianza.
ResponderEliminarEntrar, estar y salir del laberinto.
Nunca se es igual luego de ese tránsito.
Ariadna nos guía hacia el centro y nos señala cómo salir del enredo.
EliminarEstoy fascinada
ResponderEliminarEsta nueva Vuelta está llegando a fb y no al correo.
ResponderEliminarLa verdad entro poco a fb. Hay forma de que pueda llegar a gmail como la anterior? Si no, tratare de entrar más a menudo a fb pero no diariamente como la vez anterior. Un gran saludo y abrazo fraternal a todas y todos.