miércoles, 27 de septiembre de 2017

1.Ariadna


" Todo está por construir. Deberás construir la lengua que habitarás y deberás encontrar los antepasados que te hagan más libre. Deberás edificar la casa donde ya no vivirás sola Y deberás escribir la nueva educación sentimental mediante la que amarás de nuevo. Y todo esto lo harás contra la hostilidad general, porque quienes despiertan son la pesadilla de quienes aún duermen." 
(Tiqqun, "La guerra recién ha comenzado", Llamamiento. Folia. Buenos Aires, 2010)


Revisando las doce cartas del ciclo que hoy empieza parece que será un ciclo muy poderoso (mirar el ciclo de hace 5 años). Están muy coherentes entre sí, si las hubiera escogido no hubiera podido hacerlo mejor. Además, el próximo traje está precisamente dedicado a Ariadna, así que empezamos este ciclo de 12 proyectadas hacia el próximo traje, y eso me hace pensar en nuestras percepciones del tiempo.
Todas las historias se van trenzando. Un día despertamos y no hay fronteras entre los personajes, todas las historias son la misma historia y cada diosa soy yo, que eres tú.

Hilse: La iniciadora.
Dime Ariadna ¿De qué color es el hilo con que tejes?  ¿Podría yo, con una punta tejerme un vestido?
Dime Ariadna ¿Tu hilo es azul como el mar o rojo como el amor y la venganza?
Tengo tantos laberintos que contarte Ariadna. Y no llevaba espada y tampoco hilo.
Una tarde Ariadna, en el laberinto, me tomé un café con un minotauro, él me habló de amor y de su gusto por comer corazones. Ese minotauro era yo. Lo supe después de besarlo.

"En el laberinto, uno se pierde, se encuentra. En el laberinto, uno no encuentra al Minotauro, se encuentra a sí mismo". Hermann Ken.



Ella (nombre de la protagonista, tipo Blanca) mira la nieve que se deshiela rápidamente, se diría que sin pasar por fase líquida pasa a nube directamente, calcula menos de una hora, se proyecta en el futuro para reconocer la calle seca, polvorienta, en el ensayo de la resolana blanca, de tan hirviente. Piensa en nieve como en una de las posibles definiciones del blanco. Se siente aludida, por supuesto. Recita como si fuera un mantra: albayalde. Blanco. Nevazúcar. Blanca. Behl. Blanco. Vía Láctea. Blanca. Diana: blanco (no, interrumpe burlona una vocecita de marisabidilla, que se ve que ha repetido tanto el chiste, el guiño, que en cualquier momento aparece un glitch: ¡Diana es blanca!, haciendo un guiño al juego de palabras). Luz sin descomponer. Blanca. Esclerótica. Blanco. Media redonda. Blanca. Siempre ha sospechado de la prohibición escuchada desde niña, se lo tomó personal, inevitable con su nombre; para qué la llamaron Blanca, pues, si no para que se le desarrollara esta actitud rebelde. Desde siempre late (y le produce sospecha)  la prohibición de tocar la nieve, la amenaza química implícita que esgrimió el Gobierno Amoroso después de haber negado durante semanas la existencia misma de la nieve que brillaba con un resplandor fantasmagórico: la culpa es del imperio, como siempre. Aunque a veces la culpa puede ser de una iguana. Los cuentos no tienen que ser ciertos, solo tienen que parecer coherentes. Narraciones que nos distraen por días y días poblando memes infinitos. Nos gusta contarnos historias, nos calma el hambre. Desde siempre.
Blanca está en la cola, hay poco que hacer en una cola, especialmente a esa hora, en lo oscuro todavía, en la franja de tiempo que media entre la evaporación completa de cualquier rastro de nieve, y los primeros rayos de sol. Cómo será ver la cola del pan a las 4 de la mañana desde esa camioneta de vidrios oscuros, seguramente blindada o disfrazada de blindada, como para hacer desistir de perder unas balas contra una carrocería forrada de esponjitas de acero para limpiar las ollas. Las camionetas que pasan a esa hora por las calles vacías y oscuras, deben jugar a contar cuántas colas para comprar el pan se pegan a las paredes por una, dos, tres cuadras. A esa hora, sólo puede ser alguien que esté bajando al aeropuerto. Da un golpe leve a la que está delante de ella en la cola, inmersa en su pantalla. Blanca reconoce la mirada abstraída del adicto (se reconoce en esa mirada como si fuera un espejo, como los lentes en espejo que se usan precisamente para ocultar la mirada delatora de quienes no viven fuera de su pantalla); tiene una sospecha, escanea la piel expuesta buscando un tatuaje que le afirme lo que está buscando, la prueba de pertenecer a la misma tribu. ¿Qué día es hoy? Ariadna, murmura primero, pero tan bajo, tan inmersa todavía en la realidad que la tiene secuestrada, tan incomprensible que Blanca repite: ¿Qué día es hoy? Primero de Nieves en Chipre, todavía con las lagañas de los espacios enormes, abiertos, soleados o de calmado atardecer, sin el miedo, sobre todo eso: sin el miedo constante. Eso que sentía una hora antes, cuando era venada. No, de la semana. Ah, este… martes, creo; no: miércoles. La mirada abstraída vuelve a concentrarse en la pantallita. Chutarse en el teléfono requiere una adicción de clase superior y un enganche total de la atención imaginativa, pero tenemos compasión por quien solo puede permitirse esa huida. Todo sucede en un par de segundos, un diálogo automático, trivial. Blanca contemporáneamente 1) comprueba su sospecha (no hagas a las demás lo que odias que te hagan a ti, a nadie le gusta que la interrumpan mientras está viviendo su vida mejor en la libertad que UNDERWORLD regala por pocas rupias, las vale todas y cada una aunque sea una copia pirata); 2) se siente en familia (el tatuaje debe estar oculto, bien escondido), y 3) confirma que en efecto la camioneta baja al aeropuerto porque es el día en que está abierto el nacional, parece hecho a propósito que los vuelos salgan tan temprano en la mañana, obligando a los viajeros a atravesar la madrugada con las tres horas de anticipación requeridas, si no quieren encontrarse con que su reservación fue sobrevendida a pesar de la confirmación, y perder su vuelo. Buen viaje, podría murmurar Blanca con un tono que se debate entre quien imparte una bendición propiciatoria y quien cela en su resentimiento por no haber viajado nunca, con una maldición de ñapa por que todo, o al menos algo salga mal.

Esa prohibición religiosa de tocar la nieve, incluso de acercarse a ella, debe haber sido calculada para evitar que los niños, y los jóvenes, y los adultos también evitaran las calles durante esas horas, poco saludables para estar en lo oscuro cuando se va la luz y de todas maneras no queda un bombillo sano. Es una sospecha, pero tiene lógica. De que vuela, vuela. De todas maneras, parte obligatoria de la adolescencia es la trasgresión de Pippi, hacer un ángel en lo blanco o, para las más osadas, juegos sexuales metidas en el algodón de azúcar gélido. Quien no lo hizo lo inventa para contar las hazañas más cyberpunk posibles. A esa hora ya no queda ni rastro de la nieve. La nieve no puede ser mala. Lo sabe. Lo sabe con toda certeza, aunque esté prohibida, aunque sea tabú, aunque sea ilegal. Superpoderes de Blancanieves: ¡actívense! Es hora de desenredar el hilo del ovillo y atreverse hasta el centro del laberinto.
Ariadna también tiene su carta en la manga. 

7 comentarios:

  1. Artemisa, Blanca Nieves, Ariadna cada una con su estilo, cada una en mí, cada una con su esencia

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    1. Así mismo, de esa manera y de todas las otras otras, y esperando la llegada de Perséfone que pertenece a todas.

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  2. En la mano el hilo, en el corazón confianza.
    Entrar, estar y salir del laberinto.
    Nunca se es igual luego de ese tránsito.

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    1. Ariadna nos guía hacia el centro y nos señala cómo salir del enredo.

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  3. Esta nueva Vuelta está llegando a fb y no al correo.
    La verdad entro poco a fb. Hay forma de que pueda llegar a gmail como la anterior? Si no, tratare de entrar más a menudo a fb pero no diariamente como la vez anterior. Un gran saludo y abrazo fraternal a todas y todos.

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