Había comenzado a llover justo antes de la nieve, que se derritió más rápido que de costumbre, dejando riachuelos helados por toda la ciudad. Llovió toda la mañana, el techo siguió descascarándose en hojuelas de pintura al plomo, depositada como escarchas de caspa por todos los sillones y las alfombras. Se extendieron las goteras y las poncheras colocadas en sus puestos no se daban abasto, chasqueaban los goterones justo al lado manchando las antiguas mesas de madera, los cuadros heredados y las columnas de libros ordenadas por color. Sobre el aguafuerte con la goleta a toda vela en medio de la tempestad caía una gota repetida que se introdujo entre los resquicios del marco y agregó realismo a las marejadas, con nuevas humedades que pronto serían rosas de oscuros hongos musgosos, dispersando sus hifas y esporas en anillos concéntricos.
Con sinceridad pensaba que nunca más entraría en los territorios pantanosos de UNDERLIFE, pero llovía sin parar, no había manera de acercarse al Labo y mi celular estaba en una de sus fases de pantalla en suspenso, así que tecleé mi palabra clave, atravesé el bosque familiar, tropezando un poco porque después de tantos días estaba fuera de entrenamiento, varios grillos se me pegaron de las piernas entorpeciéndome el andar. Sólo querían jugar, lo sé, pero estaba apurada y finalmente no son más que códigos binarios en un software, así que disparé y los achicharré de forma despiadada. Debería haber puesto más atención al costo de cada uno de mis gestos, lo sé, pero estaba fascinada mirando el bosque, lo veía todo con nuevos ojos sin duda pero también tenía la impresión de registrar minúsculos cambios. Aquellos arbustos eternamente florecidos, por ejemplo, habían perdido sus flores. Y además el cielo estaba tan azul, increíblemente azul, qué tono de pantone podría ser, me pregunté de pasada. Los árboles estaban en la estación que sigue al otoño y empieza en el invierno, las hojas ya caídas y desparramadas al rededor del tronco, repitiendo una especie de copa seca sobre la superficie de la tierra, como si estuviesen acostaditas, bellas durmientes, como si estuviesen tocando la puerta en sueños al mundo subterráneo. Pensé que las raíces también se extienden en copa, repitiendo la que se desmelena en el cielo, y que esas mismas hojas resecas y crujientes podrían adornar la copa invertida. Pero no estoy segura de si el programador del juego se ha tomado el trabajo de diseñar también lo invisible, habría que probar excavando un poco, pero sinceramente no tengo tiempo ahora.
Subo al árbol del club de reuniones para pasar por sus ramas a las copas contiguas hasta llegar a la entrada secreta, pero al estar los árboles desnudos mi trayecto queda a la vista y sé que hay ojos espiándome. Me deslizo por el interior del tronco de la ceiba como si fuera un tobogán-túnel y aterrizo justo en medio de la casa de LaNoviaManca. La cual me recibe sin sorpresa. Ya sabía que vendrías, estabas tardando, me dice (por supuesto). Me lo anunciaros las chispas en el fuego. ¡Oh! Esto no me lo esperaba: me está repitiendo una frase típica de la montaña. ¿Cómo puede haber sabido dónde estuve todos estos días? A menos que... Miro a mi alrededor y veo que la casa ha cambiado muchísimo. Está bien que estuve muchos días lejos, pero el cambio es impresionante. ¿En qué momento logró introducir tantos cambios? No me deja tiempo de detallarlo en sus pormenores porque me empuja con un dedo, canturreando Vamos, vamos, no hay tiempo que perder, y me hace pensar en el conejo de Alicia. Caigo sentada en una silla que milagrosamente parecía estar esperándome y arrastra una mesita octogonal hasta que queda delante de mí. Es una mesa de madera negra, tallada con motivos ornamentales de ramas entrelazadas y hojas de parra. La superficie tiene ocho lados y descansa sobre un paralelepípedo que repite esa forma, también tallado en madera. LaNovia extiende una tela de seda sobre la mesa y barajea las cartas. Juro que no vi cómo llegó hasta allí la silla en la que se sentó, parecía estar muy cómodamente sentada.
Dime, ¿encontraste lo que andabas buscando?, me pregunta mientras me coloca al frente dos cartas en cruz con dos cartas más a los lados de la cruz y señala: Dónde estamos, de dónde venimos y adónde vamos; pero todo está pasando ahora.
No puedo revelar lo que me dijeron las cartas, pero lo que sí puedo decir es que al final le pregunté si le decía algo la frase "Conduzco bastante bien". Se rió mucho, mirándome con aire cómplice, como si estuviera bromeando con ella y pudiera compartir la broma. Ja ja ja, se burlaba, parece que has estado bebiendo de más, ¿no y que estabas curada? Yo no entendía nada: ¿qué es lo que era tan cómico? Cómico no: divertido, que es lo contrario de aburrido, retrucó ella. No tengo idea de cómo lo hace. Cómo puede un avatar intuir lo que piensa otro, se escapa de mi entendimiento. LaNovia se rió hasta que se le saltaron unas lágrimas, reía tan a gusto que me contagió y mientras empezaba a carcajearme sin querer noté cómo se me iba aflojando la tensión en el cuerpo. Entonces le pareció que era el momento apropiado para llamar a Sir Walter Raleigh.
Vamos a preguntarle, me dijo, a ver qué piensa él. Llegó volando un loro imponente, de plumas grises. Era una belleza de animal. "Conduzco bastante bien. Conduzco bastante bien. Conduzco bastante bien. Conduzco bastante bien.", repetía ella con diversas entonaciones, a cuál más cómica, mirando al pájaro fijamente, como si lo estuviese encantando. El loro la miraba atento, con sus ojos atentos. Parecían ojos de anciano. Se bamboleaba de un lado a otro frenéticamente, desplazando el peso en un vaivén loco. De pronto se detuvo, abrió el pico y pronunció: "Guido abbastanza bene! Je conduis assez bien! I drive faily well! Ich fahre ziemlicht gut! Ich fahre ziemlicht gut! Ich fahre ziemlicht gut! Ich fahre ziemlicht gut! Ich fahre ziemlicht gut!"
Miro extrañada a LaNovia: Parece que se ha quedado pegado.
Yo que tú, haría caso de eso, por algo será que se repite, ¿no crees?
Y acaricia la cabeza del loro que se esponja y entorna los ojos, visiblemente complacido, mientras repite sin parar Ich fahre ziemlicht gut. LaNovia me despide con la mano, murmurando muy risueña que no hay tiempo para ser breves, y todavía riendo para sus bigotes se queda haciéndole carantoñas al loro. Me escabullo por la puerta, no hay manera de ascender por el tronco de vuelta, al menos no que yo sepa. UNDERWORLD está lleno de caminos que no pueden recorrerse hacia atrás, sino sólo hacia delante. Pienso en las veces que caminé por este bosque, sintiéndome sola, frustrada, con una mezcla de tristeza y rabia que me impedía hacer cualquier cosa más que gemir. Pasé años vagando por este bosque, arrastrando mi herida oculta envuelta en fajas, escondida entre las ramas como si fueran zarzarrosas protegiéndome, en animación suspendida encerrada en esta crisálida virtual. Reconozco que no tenía fuerzas para enfrentarme al mundo real. Y hago un recuento de los últimos días, de las últimas semanas, de los últimos meses. Sé que ya estoy al final del camino. Recuerdo que cuando nos vimos la primera vez, LaNoviaManca me acarició las manos y me dijo que todas éramos novias mancas. Entonces no la entendí, pero ahora me miro las manos y me parece estar viendo retoños tiernos germinando.
Con estas mismas manos me pongo a la obra. Bueno. Me toma bastante tiempo de búsqueda, pero finalmente logro encontrar algo que me llama la atención cuando tecleo en el buscador "Ich fahre ziemlicht gut". Sin tiempo para ser breve es una biografía científica de Wolfgang Pauli: el libro está disponible por google books; es demasiado largo para leerlo entero (573 páginas contando el índice analítico), pero al menos me queda claro que voy por buen camino y me entran ganas de cachetear a LaNoviaManca, con su manía de no decir nunca nada de forma directa. ¿Qué le costaba decirme de una vez que leyera sobre el principio de exclusión? Leo sobre el efecto Pauli, sobre su sueño del gran reloj del mundo (por cierto, el psicólogo suizo se equivocó en su interpretación) y sobre todo lo que necesito saber para avanzar en el salto.
Entonces se me prende un bombillo y tecleo el código alfanumérico que encontré en el sobre que me entregó Babuchenka como URL. Bingo. La ruedita de espera gira por un rato, hasta que aparece un recuadro que me pide un password. Otro acertijo dentro del acertijo mayor, pero voy bien. Miro afuera de la ventana: ha empezado a nevar.
Cuando estoy muy cansada es imposible pensar con claridad. Imprescindible descansar bien.
Ha pasado otro día. Debería hablar en presente. Con el poco tiempo que tengo, y se evapora un día entero.
Necesito toda la concentración posible. ¿Me sigues?
Necesito organizar el viaje. Ya tengo los extremos del salto, pero es necesario colocarme en la posición de partida y conseguir acumular la energía para el salto. Tu apoyo es imprescindible. Necesito saber que puedo contar contigo. Por favor, mándame una señal.
Al menos, ahora estoy al día.
CONTINÚA-->
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