domingo, 23 de septiembre de 2012

10. Aprender a podar


Para revisar diversas artes de jardinería en las 96cartas

Pienso en mi lista de cosas que hacer los últimos cien días, y me parece que plantar un árbol es tan válido como escribir un libro. Es un acto de enorme esperanza. Representa, de hecho, que sabes bien que el árbol está dentro del fruto y la flor, que la semilla contiene el futuro ya desarrollado, que todo está sucediendo ahora. Escoger qué árbol. ¿Qué árbol sembrarías, si sólo faltaran 88 días para el fin del mundo?


Ejercicio espiritual:
Si supieras que estos son tus últimos cien días de vida sobre la Tierra, ¿a qué los dedicarías?
¿Qué te gustaría hacer?
¿Dónde te gustaría estar el último día, con quién?
Termina tu historia con estilo, escoge tu narrativa.


Las mariposas duran un día, dicen. Contamos los años de las demás especies desde la perspectiva humana: año-mariposa, año-perro, año-ceiba. ¿Cuántos años pasan para una mariposa, en lo que para nosotros es un día? Hay quien dedicaría sus últimos días a copular. Otros venderían todas sus pertenencias, gastarían todo su dinero. Algunos quisieran ver el amanecer en África, bañarse con delfines, ir a la cordillera del Himalaya, meditar en un ashram en la India, ver el lago Nahuel Huapi. Más de los que podrías creer, se dedicarían a escribir un libro. Los aristócratas se reunirán alrededor de una mesa para charlar, mientras el Vesuvio explota. Hay que organizarse, sólo quedan 88 días.

El fin del mundo ya empezó. Se creó una nueva droga de diseño, que convierte a los usuarios en caníbales. En un helicóptero se decapitan zamuros diariamente, para regar con su sangre el territorio nacional. Los caudillos se entierran hasta el cuello y se hacen bautizar con sangre de chivo, para obtener más poder. La sangre de un bebé elefante sacrificado consigue la inmortalidad a quien pueda pagar por ella. Ivan Trilha predijo, durante sus sesiones de meditación y sanación, que una ola gigante acabaría con la ciudad; pero que la montaña nos protegería, y que estaríamos a salvo. No pudo con nosotros un segundo apocalipsis de agua,  pero el que viene ahora, es de fuego. Por eso es que resulta tan peligroso tener en casa piedras volcánicas: porque llaman al fuego, igual que las conchas marinas llaman al diluvio.


De vuelta en el bunker, evalúo qué importancia tiene, realmente, lo que pueda suceder al final de los cien días, si no los aprovechas en sembrar ese árbol.

No deja de acabarse el mundo, regularmente, quizás porque todo está sucediendo ahora. Todo está acabándose y muriendo, todo el tiempo. Ramas que podamos, fuerza vital que se reconcentra para florecer.


Vivimos en la era post-cuántica, gente: despierten. A cada cual su catástrofe a la medida, y su hecatombe.



Los antiguos cosmonautas







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