viernes, 24 de noviembre de 2017
7.Niña
La hija espera el rapto con su madre atenta a su destino, porque están trenzados, como en un espejo en que a veces se confunden las figuras.
¿Quién cuida a quién?
Entonces hablar de la hija se convierte en hablar de la madre.
Toda hija tiene una madre, con la cual se negocian asuntos de cuidado, control y seducción (aunque ese último tema es asunto de Blancanieves). El tema entre Koré y Deméter es (y eso nos lleva al misterio) el momento en que Koré pasa potencialmente a ser madre, con lo cual las fronteras entre ella y su madre se desvanecen. Entre una hija y una madre, alguien llega el peso-alegría del cuidado.
A las hijas que son madres (y a las que no tienen hijos también) les toca revisar si son capaces de darse a sí mismas el mismo amor que da una madre proverbial a su hija predilecta; es decir, si son capaces de ser madres de sí mismas.
Para algunas, el ser madres es el paso necesario para entender la magnitud del amor que requiere no sólo la hija externa, sino también la interna.
Otras madres no logran entenderlo ni siquiera así, y se convierten en dadoras, cuidadoras, consentidoras, olvidándose de dejarse dar, olvidándose de recibir.
Unas poquitas madres se quedan como hijas eternas y no llegan a ser madres ni de sus propias hijas, las cuales terminan por ser madres de sus mamás.
A veces no nos gusta la hija: la quisiéramos vestida de pulcro, de blanco, de flores, de primera comunión.
Quisiéramos que la hija se mantuviera pura y que en su mano la flor fuera de oro; pero hay que entenderla y tratarla compasivamente, con amor, cuando le toca el semi-luto, cuando necesita una madre que la cuide.
En esa carta vemos a la hija justamente en el momento previo al paso del umbral que la lleva potencialmente a florecer en Perséfone o Flora, a ser madre ella misma. Ese es el misterio.
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cuando lei esta carta tuve en la noche un sueño muy liberador con mi madre, muy revelador....
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