sábado, 7 de octubre de 2017

11.QuanYin


Sábado, en las plazas actividades variadas.
Alguien anuncia una iniciativa para ofrecer ayuda médica en zonas rurales.
Alguien canta con una guitarra y buena fe canciones sobre el cambio de hace cincuenta años.
Alguien borda en compañía, rojo sobre rojo, con manos compasivas los nombres de quienes murieron.
Los altoparlantes se aplican.
Más allá, hay quien toma un café. La torta es muy buena a la hora de merendar.
Los niños juegan entre los chorritos de agua, el espejo de agua se ha vuelto piscina comunal.
Por el cielo ya gris brilla una bandada impresionante de guacamayas amarillas y azul turquesa.
Después de las horas más duras, cuando creímos que había pasado el peligro y todo estaba en paz, queríamos distraernos, cantar karaoke en las fiestas de cumpleaños, gritar las risas que tuvimos que guardarnos cuando caían uno y otro alrededor del clamor por una vida mejor.
Esto es una novela de ciencia ficción, por supuesto: la gran novela de ciencia ficción latinoamericana, en un país postapocalíptico donde a las 3 de la mañana nieva cada noche y las mujeres bordan lo que se ha gastado de tanto decir, en arpilleras que venden en el extranjero para recaudar algo de dinero.
Porque todo está muy, muy caro.

QuanYin, madre piadosa, se asoma por encima de las nubes en forma de loto sobre las que se sienta a escuchar los ruidos del mundo, en una suerte de duermevela atenta sin embargo a los ruegos, a los llantos, a los quejidos de dolor. Ella es quien oye los pesares de este pobre pueblo que sufre.
Encendemos una pequeña vela, ya es tarde.
Tenemos sueño
es hora de cenar
dadme algo de beber.




Las bordadoras dicen:
--He sentido que esta reflexión sobre la compasión nos ha llevado en esta vuelta a ser compasivos con nosotros también. Un poco con la imagen de "la carta a mi misma" de Hilse. Será que esta carta nos recordó ser compasivos con nosotros de nuevo? De estar tan "hacia otros" regresamos a el "hacia mi también" ?
--Siento compasión de mí en ese estar perdida... y la carta de hoy es demasiado perfecta para conectar ese sentimiento con el traje que viene. Mi Diosa en la vuelta pasada. Mi Ariadna.
--Yo aprendí a sentir compasión  por los dolores de mi sistema (mis ancestros)... Y con ello brotó mi auto-compasión... Que apasionado ha sido este trance.
--Qué gran responsabilidad es reconocer el dolor del sistema y sentir compasión para sanar...  Romper la cadena de rechazo,  dolor,  ira, escogiendo el amor y el perdón.
--Yo empecé muy emocionada escribiendo la carta, hasta me hice un cafecito antes. La carta de la Compasión me hizo volver a mí, revise carta por carta desde que comencé la vuelta y me vi allí diciéndome cosas, a mí misma. Escribiendo muy conmovida. Dudé en compartirla porque me daba pena, hay cosas muy íntimas allí, que apenas ayer vi por primera vez. Terminé triste, sí. Luego Mercé escribió y reventó el dique, lloré inmenso, pero me hizo mucho bien. Yo he pasado tiempo, tiempo importante en el otro, y con la maternidad más. La maternidad me hizo de alguna manera ser aún más exigente conmigo misma, pero también me llevó a preguntarme ¿Cuál era mi lugar?, el mío, el propio, mi canto el solitario, el íntimo. Cantar para los otros es sumamente fascinante pero ¿cómo cantar para uno mismo? ¿Para nuestro lugar?
--Mi lugar en el mundo y el yo en él.
--¿Cómo cantar para uno mismo?
--Canto mucho para mí desde hace un tiempo... Son melodías improvisadas a las que casi no escucho sino que siento vibrar. Me hace sentir amada.



2 comentarios:

  1. al final y al principio, es el amor, amor a mi misma, compasión conmigo misma, amarme por sobre todas las cosas.. con el veneno y la megela incluida, desde la copa del árbol y con todo y raiz, cómo dejo de estilasr el veneno hacia mi misma, eso es lo que me mantiene inmovil, es es veneno que me hace bajar al ultratumba... las quiero.

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